Antes de dar algún retoque al escrito de abajo y precisamente por el escrito de abajo: No hay que multiplicar los entes de la razón sin necesidad, que

les aconsejara el pragmático monje navajero del medievo sr. Guillermo de Hockan u Ockham.
No hay que multiplicar los entes de la razón sin necesidad, recuerden, no llamemos por veinte mil nombres a la misma cosa, misma intriga, idéntica interrogante (ejemplo: los puntos cuánticos microscópicos, macroscópicos, el mismo infinito no lo multiplicarás, no es correcto, debes recordarte de Cantor) sólo por desconocer qué sea.
¿No hay que multiplicar los entes de la razón... o los dementes? Desde luego no veas cuántos sobran de los segundos. Ellos son los culpables de que el pobre Hawking, en una posición tan inmejorable como ha estado, de aislamiento total, aislamiento criminal que la circunstancia id. le endosara, de que nada le distrajese de sus objetivos (no ya el truco de los trajes iguales que el sr. Einstein eligió para que el prosaico hecho de vestirse no le sustrajese su precioso tiempo) y éstos ser los correctos: nada de agujeros negros sino lo que le liberase de las ataduras de su cuerpo sin tener que esperar a morirse o que las ciencias biomédicas hiciesen lo mismo levantando para ello sus ojos del barro de las células. Ellos, los dementes de la razón, todos tan científicos tan COMPETITIVOS, le han empujado al agujero negro, agujero de gusano espacio temporal como si él mismo no fuese eso, espacio y por tanto tiempo, el que le han dado, tan absolutamente cercado o en peligro, como para que sus colegas le añadan el peor de todos los peligros: El COMPETITIVO: yo tenía razón, yo llego más alto, más lejos, me dan el premio nobel, la cátedra Newton. Etc. Y mientras el pobretico dependiendo de una batería de enfermeras, a la cabeza de las cuales la enfermera jefe con la que le han casado para que le dosifique, o ayude a lo mismo, la producción de bestsellers.