¿Y qué más da producir para el internáutico moridero que para cualquier otra tumba, sean cajones, fuese incluso el ojo al que llegases que como cons-

tatas a diario a través de estas naufragadas notas, nunca llegarás? (Si la ves, que nunca lo harás...)
Sigamos preguntando lo de Quevedo: ¿Hay alguien ahí? ¡Ah de la vida! Además de una misma para intentar subsanar cuantas erratas se deslizan en todos los escritos, no sólo míos, no sólo suyos, aunque tampoco me releo con afán de corregir, pues hay tanto que no tiene arreglo, no sólo mío, o tanto que necesitaría de varias vidas de su autora para intentar siquiera releerlo; además de una misma, ¡ah de la vida!, ¿hay ojos ahí? ¿Y a quién importa las opiniones pensares o pesares de una muerta (o viva, idénticas categorías)cuando tanto es el botín a repartir y muchos más los pretendientes a parte, a ser posible suculenta, del mismo? Una inminencia sin destinatario. O una emanancia. Somos emanaciones de no se sabe qué, sin destino, figúrate, como para tener destinatario. Les aproveche lo que no lean... Como a mí.
Qué lejos qué imposible estás luz en la noche oscura del alma. Siempre quise vivir en el interior de un cuadro, no (o) detrás de los ojos del que mira ese cuadro, en el alma de un poeta, en el ojo de un pintor, en el corazón de alguien que por fin encuentra su voz en la noche oscura del alma. Ese deseo que expresaste con palabras parecidas mi querido fantasma.